terça-feira, 31 de março de 2009

Se aprieta el cerco represivo al MST




Con más de 50 años de lucha organizada, los campesinos brasileños continúan resistiendo los embates de la oligarquía agraria.

Por Rodrigo Menitto | Desde San Pablo, Brasil
27|03|2009
La lucha por el acceso a la tierra en América Latina es una problemática que atraviesa la historia y llega a nuestros días sin grandes avances. Los dueños de la tierra han configurado un poder suficiente para mantener sus intereses intactos y, si es necesario, hacer tambalear cualquier gobierno que se atreva a amenazar sus riquezas.

Los acontecimientos son similares para todos los países. En la actualidad, esos sectores poderosos vuelven a la escena de la mano del inédito crecimiento del precio de los commodities agrícolas. Argentina, Paraguay, Bolivia, Venezuela y Brasil son los ejemplos más contundentes de hasta dónde puede llegar el avance de esos grupos de poder.

En ese contexto, la historia de la lucha campesina en Brasil sirve para entender las embestidas de las que hoy en día son víctimas los grupos sin tierra que siguen luchando por el acceso a ese recurso.

La Reforma Agraria y las Ligas Campesinas

En la década del 50, con la expansión de los ingenios azucareros en el Estado de Pernambuco -nordeste brasileño- surgieron grandes masas de trabajadores rurales. Casi al mismo tiempo, los constantes conflictos entre terratenientes y el campesinado, llevaron a la unión de los últimos y la creación de las Ligas Campesinas en 1955 .

La dinámica de la lucha empezó con reivindicaciones laborales concretas. Luego, se profundizó sobre la problemática de la tenencia de la tierra y emergieron nuevas acciones para impulsar la reforma agraria: las ocupaciones de propiedades improductivas. Las Ligas Campesinas crecieron muy rápido en diferentes municipios de Pernambuco y se extendieron por varios estados brasileños.

Cuando la lucha tomó dimensiones nacionales, los campesinos organizaron el primer Congreso Nacional de Labradores y Trabajadores Agrícolas, en 1961.

Los militantes de las Ligas se convirtieron en protagonistas importantes al discutir de igual para igual con la Unión de los Labradores de Brasil (ULB), organización creada por el Partido Comunista de Brasil (PCB): chocaron dos visiones de cómo encarar la lucha política por el acceso a la tierra.

Por un lado, la organización comunista planteó una estrategia legalista y reformista al entender que el país todavía se encontraba en una etapa feudal de desarrollo económico. Por lo tanto, se debían apoyar las reformas burguesas para alcanzar un capitalismo moderno y, sólo después, encarar la lucha por la tierra. Esta postura fue rechazada por las Ligas y provocó, al mismo tiempo, la salida de muchos militantes comunistas tanto del Partido como de la ULB.

Los años siguientes fueron de grandes avances para las Ligas Campesinas. En ese contexto se enmarcan el reconocimiento por parte de los patrones de los derechos de los trabajadores rurales y varias expropiaciones de tierras. La consigna más famosa del movimiento demostraba su determinación y provocaba el miedo generalizado a los terratenientes: “Reforma Agraria por las buenas o por las malas”.

Sin embargo, el golpe de estado en 1964 desarticuló a las Ligas Campesinas con la persecución, cárce l y el exilio de sus principales dirigentes. Aún así, la historia de esa lucha marcó el camino de los futuros movimientos de los “sin tierra” que nacerían en la década del 80, con la apertura democrática.

Pese a los años que pasaron, en la actualidad los trabajadores campesinos se enfrentan a nuevos embates de los dueños de la tierra y sus cómplices. Una lucha histórica que aún continúa.

Ocupaciones y represiones
El 2009 comenzó agitado para los movimientos sociales que luchan por la reforma agraria en Brasil. En tres diferentes puntos del país, el conflicto por la tierra mostró, por un lado, la decisión de un pueblo de luchar por sus derechos y, por otro, las viejas oligarquías dispuestas a todo para mantener sus privilegios.

En el Estado de Pernambuco, una confrontación en el acampamento del Movimiento de los Trabajadores Rurales S in Tierra (MST), donde viven 100 familias, dejó cuatro muertos. Pero esta vez, la tierra se manchó con la sangre de los pistoleros, que después de varias amenazas y aprietes, el 21 de febrero, invadieron el acampamento y golpearon duramente a uno de los líderes sin tierra. Cuando uno de los matones sacó la pistola que llevaba en la cintura los campesinos reaccionaron matando a los agresores. Así fueron narrados los hechos en un comunicado de prensa del MST.

En el Estado de San Pablo, el más rico del país, el carnaval comenzó con la ocupación de 21 estancias por parte de Agricultores Sin Tierra (MAST), Brasileños Unidos por la Tierra (UNITERRA), Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MTST) y sindicados pertenecientes a la Central Única de los Trabajadores (CUT). Las organizaciones protestaban contra la política de reforma agraria en la región del Pontal do Paranapanema en el interior del estado paulista.

La zona en conflicto suma más de 400 mil hectáreas de tierras públicas que fueron ocupadas ilegalm ente por terratenientes. La Justicia ya determinó como ilegal la ocupación y reconoció al Estado como propietario de las mismas. Sin embargo, las autoridades paulistas no han actuado para cumplir la orden de desalojo.

Días después, los movimientos dejaron las tierras para conseguir una reunión con el secretario de Justicia de San Pablo, Luiz Antônio Marrey. El encuentro entre ambas partes quedó estipulado para el 25 de febrero. Sin embargo, el gobierno paulista lo suspendió a último momento sin dar explicaciones.

La dura mano del juez

Después de estos hechos, los medios de comunicación, las entidades rurales y el presidente del Supremo Tribunal de Justicia (STJ) salieron a coro a pedir la criminalización de los movimientos sociales. Esta reacción no es una casualidad, si se tiene en cuenta que el gobernador del Estado de San Pablo, José Serra, es el candidato de la derecha (Partido de la Social Democracia Brasileña, PSDB) para las elecciones presidenciales de 2010.

Cuidar la imagen del futuro candidato será prioridad para los sectores de poder a lo largo de este año.

En este contexto, las declaraciones del presidente del STJ, Gilmar Mendes, fueron una amenaza concreta: "No puede haber dinero público para subsidiar tales movimientos que actúan en contra del Estado de Derecho". De ese modo, desenmascaró su claro objetivo de aislar a las organizaciones populares que con dichos recursos llevan adelante diversos proyectos sociales, obligaciones abandonadas por el Estado en los años de neoliberalismo.

Por el otro lado, el magistrado brasileño también dijo que: "Quien aporta recursos a entidades que cometen actos ilícitos también está cometiendo ilicitud". Obviamente, apuntaba el gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Mientras en muchos países del mundo los jueces hablan a través de sus sentencias, Gilmar Mendes transformó su puesto en el STJ en una trinchera para atacar al gobierno del Partido de los Trabajadores (PT).

Asimismo, el pueblo brasileño ve como el magistrado aprovecha casos de repercusión nacional, en donde la Suprema Corte debe definir su parecer, para emitir sus opiniones netamente opositoras. Así lo hizo con la propuesta oficial de revisión de la Ley de Amnistía, que favoreció a los militares torturadores de la dictadura, para atacar al gobierno y tachar a la generación de los 70 como terrorista.

El peligroso arte de pensar

En el sur del territorio brasileño, la gobernadora del Estado de Río Grande do Sul, Yeda Crusius, a través del Ministerio Público y la Brigada Militar, intenta por todos los medios disolver al MST.

Las maniobras comenzaron con prohibiciones de manifestaciones y marchas. Luego, las autoridades evocaron la Ley de Seguridad Nacional, herencia de la dictadura militar, para abrir causas penales a los luchadores populares. (Ver: “Represión judicial sobre el MST”. APM 24/08/2008)

A mediados de febrero, l a gobernadora suspendió el proyecto “Escuela Itinerante” que funcionaba desde 1996 con el aval del Consejo Estadual de Educación gaúcho. Esta decisión de Crusius está acompañada del cierre de otras escuelas rurales que dejó a más de 8.500 niños sin clases.

¿Qué motivos dio el gobierno estadual para la suspensión de la Escuela Itinerante? El procurador Gilberto Thums argumentó que los contenidos no son adecuados porque "hacen lavado de cerebro para pasar teoría marxista. Eso es una maldad". Ahora, dejar 600 niños de los campamentos sin profesores ¿es un acto de bondad?.

La maestra en Educación por la Universidad Federal de Río Grande do Sul, Isabela Camini, trabaja desde hace 12 años en los campamentos sin tierra y defiende el principio de que "la escuela debe
estar donde el pueblo está y no el pueblo ir donde está la escuela".

Otro punto fundamental de este proyecto es "respetar la cultura y la realidad del pueblo que está en marcha en búsqueda de una mejor calidad de vida", explica Camini.

Este proyecto tuvo gran éxito para las comunidades rurales de los estados donde fue implementado: Paraná, Santa Catarina, Goiás, Alagoas y Piauí. El destino de muchos de estos niños, que antes no tenían escuela ni futuro, eran las calles de las ciudades donde terminaban mendigando o prostituyéndose para sobrevivir.

Por este motivo, Don Xavier Gilles, obispo y presidente de la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT), consideró la actitud de la gobernadora Crusius como "un verdadero terrorismo cultural".

Tampoco fue menos categórico al dirigirse a los funcionarios de la gobernación de Río Grande do Sul. "Ustedes que, por determinación constitucional, deberían defender los derechos de los débiles se prostituyen y se adulteran con aquellos que secularmente viven de la explotación de los pobres", manifestó el obispo brasileño.

Según datos de la CPT, entre los años 1985 y 2007 fueron asesinados más de 1.500 trabajadores rurales por la lucha en pos de la reforma agraria. Actualmente, son más de 250 mil familias sin tierra que se encuentran en campamentos al costado de las rutas de todo el país, según los datos del Forum Nacional por la Reforma Agraria. Personas que están restrictas de los derechos básicos como educación, salud y vivienda.

El MST cumplió recientemente 25 años de historia en la lucha por la reforma agraria. A lo largo de esos años se consolidó como la mayor organización popular de América Latina, resultado de una gran coherencia política en sus decisiones y ejemplo de democracia interna.

Sin embargo, los años que se aproximan no muestran que habrá grandes avances en lo que se refiere a la reforma agraria en Brasil. El gobierno del PT nunca se planteó -como lo hicieron los gobiernos de Venezuela, Bolivia y Ecuador a través de la reforma de sus constituciones- una refundación de la nación.

Los objetivos nunca ultrapasaron el ideal de mejorar la calidad de vida del pueblo brasileño. Asimismo, es innegable que la vida de los sectores populares ha mejorado a través del poder adquisitivo, los planes sociales, entre otras cosas.

No obstante, todo lo que atañe a las estructuras de poder, como la propiedad de la tierra, sigue vigente. Por esto, escenas de violencia, muerte y persecución de los trabajadores rurales continuarán manchando de sangre las tierras brasileñas.

domingo, 22 de fevereiro de 2009

Osvlado Soriano entrevista a Julio Cortázar, 1973

Julio Cortázar llega a la Argentina convencido de que, a pesar de las contradicciones, se consolida la vía al socialismo en América latina

Por Osvaldo Soriano

La Opinión, 11 de marzo de 1973

En 1973, luego de una gira por varios países latinoamericanos, Cortázar regresó, por poco tiempo, a la Argentina, para asistir a la salida de El libro de Manuel y formar parte del jurado en un concurso literario organizado por la editorial Sudamericana y el diario La Opinión. En Mendoza, luego de un breve pasaje por Chile, donde asistió a la victoria electoral de la coalición de centroizquierda de Salvador Allende, Unidad Popular, Osvaldo Soriano le realizó esta entrevista titulada “Julio Cortázar llega a la Argentina convencido de que, a pesar de las contradicciones, se consolida la vía al socialismo en América latina”. Fue publicada el día de las elecciones generales que llevarían a Héctor Cámpora a la presidencia de la República, en el suplemento de cultura de La Opinión. El diario, que había salido a la calle el 4 de mayo de 1971 dirigido por Jacobo Timerman, marcó una etapa decisiva en la historia del periodismo argentino: le otorgó un nuevo lugar al periodismo de opinión y de análisis, en artículos firmados por Juan Carlos Algañaraz, José Pasquini Durán, Juan Gelman, Miguel Bonasso, Mabel Itzcovich, Kive Staif, Francisco Urondo, Enrique Raab, entre otros. La Opinión impulsó el Gran Acuerdo Nacional –base de la política lanussista– previo al retorno de Perón. En la entrevista, un Cortázar optimista analiza la situación política de América latina, a la que considera en marcha inexorable hacia el socialismo, y se detiene en los motivos por los cuales asiste, por primera vez desde que reside en París, a la presentación de un libro suyo. Ansioso por conocer la recepción pública de la propuesta experimental de El libro de Manuel, en el cual convergen literatura y política, Cortázar explicita los postulados estéticos e ideológicos de su nuevo libro, poniéndolo en relación con su literatura anterior.

Luego de más de dos años, usted regresa a América latina y visita Ecuador, Brasil, Perú, Chile y ahora la Argentina. Quisiera conocer sus impresiones sobre la situación política del continente.

En esta gira he visto por primera vez países que no conocía, de manera que no tengo puntos de comparación. No conocía Ecuador, Brasil y Perú. En Chile asistí a las elecciones y a sus resultados. Incluso para alguien que viviendo en Europa se ha acostumbrado a las elecciones sin fraude, limpias, bien orquestadas y precisas, el espectáculo de Chile es absolutamente extraordinario. Es un pueblo que lleva en la sangre una especie de sentimiento de legalidad aunque sea en las formas, porque la campaña preelectoral era violenta por ambas partes. Se llegaba fácilmente a la injuria, pero en las elecciones la conducta de unos y otros es igualmente impecable. Yo asistí en la calle a las ceremonias que yo calificaría casi de ritual. Eso en cuanto al mecanismo de las elecciones en sí. En cuanto a los resultados, dejó sorprendidos a los dos bandos por razones muy especiales. La Unidad Popular se consideraba suficientemente consolidada si obtenía un 38 por ciento y ha sacado algo que está cerca del 44. La oposición esperaba hacer capote y se ha encontrado con que no. El que resumió mejor la situación fue Salvador Allende, cuando habló luego de las elecciones. Se mostró satisfecho de ser el primer gobierno de la historia de Chile que había resistido la erosión e incluso había aumentado su porcentaje. Ese argumento es incontestable.

Estuvo quince días en el Perú. ¿Qué puntos de contacto y qué diferencias había entre uno y otro proceso?

Usted me pregunta como si yo fuera un tipo entendido en materia política...

Yo se lo pregunto como observador. Le permito, además, las concesiones poéticas que crea necesarias.

Es que estoy obligado a esas concesiones poéticas. Estoy obligado porque mi visión es siempre, no diré una visión de escritor, porque eso no quiere decir nada, pero sí una visión de poeta, que ya quiere decir otra cosa. Entonces, sí. Un poco casi metafóricamente le puedo dar impresiones que son a veces más viscerales que racionales, más intuitivas que analíticas. Perú fue una buena experiencia para mí, sobre todo viniendo del Ecuador, país donde no solamente no pasa nada, sino que todo lo que pasa es malo. En el Perú estuve en Lima y en el interior. Hablé con funcionarios, con campesinos, con estudiantes, con estudiantes sobre todo. Son gente que, naturalmente, siempre dentro de un pensamiento un poco desordenado y casi siempre muy apasionado, tiene una gran lucidez. Le diría, en resumen, que lo que es interesante para mí en el proceso peruano es que hay una dinámica, uno siente que algo se mueve en ese país, cosa que no sucedía durante los regímenes anteriores. Al régimen lo pueden acusar de paternalista, y lo es en alguna medida, porque –como dicen ellos–, faltan todavía cuadros que establezcan contactos sobre todo en el problema del indio, que es vital allí. Pero uno siente que el Perú se está moviendo, que la opinión pública sigue con mucho apasionamiento lo que ocurre. Quiere decir que hay un cambio de esa actitud tan común en nuestros países latinoamericanos, donde la población es pasiva en general y se limita a echarle la culpa al gobierno y a esperar que éste haga cosas o no las haga. En Perú todo el mundo se siente un poco comprometido en la cosa y eso me parece un buen síntoma. Es decir, sería lo mismo que en Chile, con la diferencia que aquí hay un mecanismo más manifiesto. En el Perú la cosa es más larvada y prudente.

Para terminar el racconto de su viaje, hábleme del Ecuador y del Brasil.

Si quiere una impresión muy intuitiva pero al mismo tiempo muy visual del Brasil que yo he visto, podemos usar un poco de humor negro. Le puedo decir que para el viajero que pasa quince días en Brasil, es el país más perfecto. No sucede nada, todo está muy bien, hay un pueblo feliz con dos campeones mundiales que son Pelé y Fittipaldi, el Carnaval, que loestán preparando desde tres meses atrás, el samba es cada día más hermoso y se baila cada vez mejor y además es un país limpio; uno lo recorre de norte a sur y no hay un solo cartel político. De manera que uno se va del Brasil con una sensación de maravilla, porque por fin hay un país donde todo funciona perfectamente. Es un cadáver. Pero lo malo es que es un cadáver como los zombies, es decir, un cadáver que camina y anda buscando a alguien para estrangular.

Ahora quiero que me hable de la Argentina. Como usted no ha estado aquí durante dos años sólo le voy a pedir que me diga qué espera hallar en la Argentina a la que ha llegado hace menos de veinticuatro horas. Permítame que le diga algo sobre esa llegada en tren a Mendoza, huyendo de los encuentros con periodistas o con gente que lo reconozca (lo he visto ponerse esos enormes anteojos negros con los que es imposible reconocerlo en la calle). Se me ocurre que su entrada al país tiene algo de furtivo.

Está muy bien que me haga la pregunta. Todo lo que dice va en una dirección que yo acepto, salvo la palabra “furtiva”. La entrada no es furtiva. Justamente yo quise desde el comienzo evitar esa llegada espectacular, que hubiera sido inevitablemente espectacular como sucedió la otra vez, cuando llegué a Buenos Aires. Los periodistas me persiguieron en automóviles aunque yo les pedí en todos los tonos que me dejaran llegar a casa tranquilo y no hubo caso. Hasta medianoche, cuando salí, sacaron fotos con flashes. Por razones personales tengo horror a eso. Pero por razones que tocan a la Argentina, a mis amigos y a mis conciudadanos, también esa especie de arribo entre flashes no sólo me parece una cosa negativa sino también frívola y estúpida. Mi deseo, que sólo podré cumplir en parte, se cumplió ayer. Tomé el tren solo, sin avisar más que a un par de amigos, y llegué como cualquier hijo de vecino a una provincia que quiero, en la que he vivido y que deseo volver a mirar un poco, y luego ir a Buenos Aires sin que nadie me vea llegar. Le voy a decir que la Argentina –ahora entro en un juego de ironía y de humor– se especializa en los regresos. Tenemos una experiencia en eso. Los regresos vienen a veces en forma de cenizas y a veces también en personas de carne y hueso. Yo no quiero ser asimilado a ese tipo de regreso histórico. Primero, porque no tengo motivo para considerarme merecedor de ello, en absoluto. En segundo lugar, porque creo que eso abre un capítulo de malentendidos y de errores posibles.

A mí me gustaría poder dialogar como estoy dialogando con usted, y eso no es posible cuando hay un aparato de tipo publicitario que me persigue, me sitúa ante las cámaras. Entonces uno se siente en una especie de estrado con relación a los demás.

Usted llega a la Argentina en un momento particularmente importante. El domingo habrá elecciones luego de muchos años de gobierno militar. ¿Cómo espera hallar a la Argentina con respecto a su viaje anterior? ¿Cómo ve estas elecciones?

Cuando yo me fui de París, hace un mes y medio, el panorama era de una gran confusión. En este momento ya las cosas son más claras en el sentido de que estamos a dos días de la elección y no parece haber razones que la impidan, de manera que los juegos están jugados, están los partidos y los candidatos. Queda el enigma de saber si la elección se va a cumplir en forma normal; de eso usted sabe más que yo, porque vive en el país. Creo que no se puede negar que el hecho de que haya elecciones en la Argentina es un factor positivo después de tanto tiempo. Eso es ya una especie de batalla ganada. Es una extraña batalla, porque no sabemos en realidad cuál va a ser el verdadero vencedor –no me refiero al vencedor electoral–, ahí empieza de nuevo la confusión, para mí por lo menos, y los factores imponderables. Yo tendría que estar mejor enterado del equilibrio y desequilibrio de fuerzas, de las tensiones internas, que sólo conozco en sus manifestaciones exteriores y espectaculares. De una manera pragmática me alegra que haya elecciones, que este proceso confuso al quese pensó que no se llegaría es la culminación de una presión popular que ha obligado a que se lleven a cabo. Lo que va a suceder después... Tengo la impresión de que el Frente Justicialista, más que la expresión de un pensamiento nacional, es la expresión de una pasión nacional y de una necesidad nacional. Es decir, una especie de movimiento que puede ser informe en muchos planos, al que no se puede dar una definición precisa, pero que es un movimiento. Me niego a hablar de pensamiento porque me parece que ésa es la falla más profunda, le falta una ideología definida; hay una terminología muy vistosa, pero es una terminología análoga a la que tuvimos en el año ‘46, no ha cambiado gran cosa. Entonces, lo que cuenta para mí es el movimiento e impulso que traduce el Frente Justicialista, pero en cuanto a la cohesión y perspectivas, digamos, ya de la acción pragmática, ahí reservo mi opinión porque no conozco lo que pasa en el interior del movimiento en su conjunto y me resulta difícil comprender a un movimiento al que le falta una ideología definida. Se corre el grave peligro de que pueda tomar un camino que no sea el que visceralmente está buscando.

Hay una contradicción: usted dijo antes que le faltaba información sobre la Argentina. Entonces ¿cómo orienta al lector europeo?

Quizá le sorprenda, aunque sé que no. En París tenemos, privadamente por supuesto, un sistema de información de problemas latinoamericanos a veces superior al que tienen ustedes aquí. Por mi parte, porque estoy cerca de muchos exiliados que mantienen un contacto por razones de lucha con la realidad de sus países. Entonces, eso nos permite a nosotros, de manera abierta o discreta, estar enterados de cosas que en el contexto de cada país a veces no se sabe. A mí me ha sucedido pedirle noticias, ansiosamente, a un argentino que había llegado esa noche sobre lo que estaba pasando aquí, y encontrarme con que las explicaciones que me daba tenían menos información que la que nosotros habíamos podido reunir por nuestros canales estratégicos. De manera que esa cabeza de puente funciona como si fuera un teléfono directo. Dicho sea de paso, yo no quisiera que ningún latinoamericano me tomara por lo que no soy. Mi militancia en una línea ideológica, lo que yo llamo “la vía del socialismo”, tiende a que la gente crea que tengo una acción política directa, es decir, que estoy perfectamente enterado no sólo de lo que pasa en el plano político sino que además estoy interviniendo; eso es absolutamente imaginario. Mi situación es muy curiosa. Yo he sido y sigo siendo un escritor que en los últimos diez años asumió una responsabilidad de tipo ideológico –insisto en la palabra– frente al panorama latinoamericano, cosa que empezó con mis primeros viajes a Cuba. Esa responsabilidad la he ejercido sobre todo en defensa de principios, pero no en procesos de tipo electoral o de luchas partidarias. Entonces, la explicación que usted me dio antes de iniciar el reportaje, sobre lo que está pasando en la Argentina, no la conozco en París, no porque no pueda sino porque hay otras cosas que me interesan más.

El libro de Manuel es uno de los motivos por los que está usted en la Argentina. ¿Qué puede anticipar de él?

Sí, ése es uno de los motivos. El otro es que soy jurado del premio América latina de novela. Voy a hablarle del libro. Por primera vez en todo lo que llevo escrito, el libro intenta una convergencia de dos planos que yo había mantenido paralelos, separados: por un lado la literatura, y por otro lado lo que llaman el “compromiso ideológico”, en forma de artículos, firma de manifiestos, polémicas, etcétera. Aquí hay una tentativa de hacer coincidir las dos cosas en un solo plano. Y entonces me parece que un libro como éste exige la presencia del autor. Es el primer libro mío que –escrito en París– no puedo dejar que se publique sin moverme de donde estoy.

Me temo que el libro será bastante mal recibido en sectores de la derecha como en sectores de la izquierda por razones muy diferentes. Cuando digo izquierda y derecha, en materia de literatura, ya la cosa no se entiende muy bien: digamos que será mal recibido en los círculos liberales que se complacen en la buena literatura, quiero decir, entre comillas, en la literatura pura. Será mal recibido porque lamentarán que un autor que según ellos les dio muchas satisfacciones, escriba ahora un libro de abierta denuncia, de una serie de procesos latinoamericanos que el lector irá encontrando mientras lo lea. Por su parte, habrá mucha gente de izquierda que encontrará que el libro es frívolo, trata de problemas que son muy serios de una manera que ellos van a estimar frívola, que no se deberían tratar así. Yo lo he previsto y sé que ése es el precio de mi trabajo. No me importa. Yo sé que ese libro tendrá sus lectores. Tendrá lectores –hablo concretamente de la izquierda– que comprenderán que también por mi camino, un camino de lo fantástico, del humor, de la ironía, de la distorsión de la verosimilitud, se puede hacer pasar la verdad.

En la Argentina –y en América latina toda– se debaten los caminos a través de los cuales la literatura puede ser una forma de denuncia. Me pregunto si la mera exposición de hechos es una forma de denuncia. Si es válido el folletín; si la incorporación de la ciencia –concretamente el estructuralismo– son pasos hacia la literatura revolucionaria. En América latina, hoy, ¿sólo es posible la literatura que abarque una temática revolucionaria o de denuncia?

Empecemos por el final, porque su pregunta es algo más que eso; contiene además una exposición de temas. Me llamó la atención esto de si toda la literatura debe ser de denuncia. No, no lo creo en absoluto. En primer lugar hay que tener en cuenta un factor que se olvida y es la existencia de ese señor que se llama escritor. Un escritor, por diversas razones, puede ser llevado a una literatura de denuncia y la puede hacer de una manera admirable, puesto que su vocación y su técnica miran en esa dirección. En ese sentido es perfectamente válido, pero lo que yo no aceptaré jamás, y es siempre uno de los puntos de fricción con mis compañeros de Cuba y fuera de Cuba, es la tendencia a que toda la literatura, un poco decidida por instancias que no son literarias, deba ser una literatura de denuncia. No, yo creo que la literatura, como cualquier actividad humana, se va a seguir dando en los planos más diversos, e incluso en los sectores más militantes y en plena lucha. Usted sabe de sobra que la literatura es uno de los consuelos de la vida y un motivo de alegría. Yo siempre repito –y lo puse como epígrafe en el cuento “Reunión”– que en uno de los momentos más críticos de su vida, cuando se estaba jugando, el Che no se acordó de un texto de Lenin, se acordó de un cuento de Jack London. Esa es una de las partes de su pregunta. En este momento es evidente que en América latina no sólo es muy importante sino también muy útil escribir libros como los de Rodolfo Walsh, de cuya eficacia tengo pruebas muy concretas. Esto no es novela, sería una especie de reportaje imaginario de la realidad.

¿Imaginario?

No, claro que no. Lo que es imaginario es la idea de estar haciendo el reportaje. Por ejemplo: alguien ha muerto y sin embargo en las obras de Rodolfo Walsh, a esa persona que todavía está viva en la acción se la siente pensar, se conocen sus sentimientos. Eso ha sido recogido a través de testimonios de personas, pero no de él mismo; en ese sentido es imaginario el reportaje. Como digo, yo creo en el valor y la eficacia de esa literatura de testimonio, incluso en el caso de un best-seller como A sangre fría, de Truman Capote. Pero yo pienso que interesa mucho más un libro como Los hijos de Sánchez, de Lewis, y en nuestro plano los libros de Rodolfo Walsh, o de Osvaldo Bayer, todos ellos con matices muy diversos, porque Los hijos de Sánchez es una cosa más sociológica. Pero curiosamente, por primera vez, todos esos libros son asimilados a la literatura en alguna medida. La gente los lee con criterio de literatura, prácticamente como si estuviera leyendo novelas, sin que lo sean. Por eso creo que esa es un arma ideológica formidable en América latina. Sigo creyendo también –y ahora me refiero a mí, que soy incapaz de escribir este tipo de libros, al menos hasta hoy– que también puede haber una cierta eficacia en la novela testimonial, en donde incluso el testimonio esté novelado, es decir, que todo lo que se cuenta en la novela es falso, pero son esas falsedades que son una paráfrasis de la verdad histórica. Es exactamente el caso de El libro de Manuel. Ni una sola cosa de lo que se cuenta allí sucedió en la realidad, y sin embargo está sucediendo todos los días, porque es la historia de un secuestro. Y ya sabemos bien cómo sucede eso y con cuánta frecuencia. Ahora, el secuestro es el eje de la acción del libro, pero no solamente es absurdo sino totalmente irrealizable, a propósito; yo lo hice deliberadamente porque qué sé yo de secuestros, nunca he sido secuestrador ni secuestrado, ignoro todo de esa técnica. En cambio creo tener suficiente capacidad imaginativa y de invención para organizar un secuestro a mi manera, en el plano de la escritura, y creo que basta a los efectos de la correlación con la realidad histórica. Por eso le digo que paralelamente a la literatura de testimonio directo, en que se trata de hechos concretos, puede haber también una literatura de ficción que en última instancia sea tan concreta como la otra.

Falta su opinión –aunque parece obvia– sobre si también es válida una literatura, en este continente, en la que ni siquiera la ficción se acerque a la denuncia.

Sigo creyendo que es válida, siempre que sea buena literatura, por supuesto; creo que es válida porque a nadie se le puede obligar a que escriba lo que su temperamento no lo lleva a escribir. Puede suceder que haya un hombre que nació para escribir sonetos de amor y que escriba los más maravillosos sonetos de amor de la lengua castellana, y no veo por qué no lo va a hacer si es capaz de escribirlos.

Usted dice que no se puede conseguir todo. Creo que usted ha conseguido muchas cosas en el aspecto personal. ¿Volverá ahora definitivamente a la Argentina?

Actualmente no lo creo. Estaré dos meses acá cumpliendo las tareas de las que ya hablé. Tengo obligaciones de tipo personal y de trabajo para volver a Francia a comienzos de mayo. Lo que pueda suceder después, no lo sé. Digamos que es obra abierta. Yo me siento muy bien en la Argentina cada vez que regreso a ella, pero al mismo tiempo también me siento bien en Francia. No le oculto que me molesta el trasfondo del concepto “regreso definitivo”. No entiendo por qué tengo que hacerlo. Tengo la impresión de que el hombre que soy y el tipo de cosa que yo hago puede seguirse cumpliendo con alguna eficacia sin una limitación geográfica. Más de diez libros, que me parecen a mí bastante argentinos, han sido escritos fuera de la Argentina. ¿No es ésa la prueba de que siempre estuve aquí? ¿Un tipo que vive en el extranjero puede escribir diez libros que los lectores argentinos han aceptado, reconocido y criticado como suyos? Incluso, rechazado como se rechaza lo propio. ¿Le parece que he estado ausente en la Argentina? Los críticos dicen que en mi literatura hay una tendencia a personajes dobles. A lo mejor yo soy doble. Vivo en Francia, pero hay una presencia mía que está invariablemente en la Argentina. Quisiera saber en qué medida mi presencia física como escritor agrega algo a la presencia de mis libros. Acepto la discusión. Acepto que se me diga que además podría hacer otra cosa. Pero también hago otras cosas en Europa.

Sylvia Saítta y Luis Alberto Romero, Grandes entrevistas de la Historia Argentina (1879-1988), Buenos Aires, Punto de Lectura, 2002.

sexta-feira, 20 de fevereiro de 2009

Medicina popular para el pueblo

En base a la tradición de la medicina popular, el Gobierno brasileño lanza un ambicioso proyecto de producción de medicamentos para los sectores menos favorecidos de la sociedad.
Por Rodrigo Menitto | Desde San Pablo, Brasil
15|02|2009

Desde millares de años el hombre utilizó las plantas como medicamentos para sus males. La revolución industrial trajo consigo un desarrollo en el sector químico transformando la medicina en un engranaje más del complejo fabril. Por mucho tiempo se alejó las ancestrales tradiciones en la relación de médicos y pacientes.

Los conocimientos de la medicina popular quedaron marginados de las universidades en Brasil, hasta que en la década de los 80 farmacéuticos y químicos de la Universidad Federal del Ceará (UFC ) rescataron las tradiciones con investigaciones y una producción mínima en lo que quedó conocido como Farmacias Vivas.

El gran idealizador de dicho proyecto fue el cientista brasileño Francisco José de Abreu Matos fallecido en diciembre del año pasado. Por más de 50 años desarrolló y conquistó reconocimiento nacional e internacional a través de los estudios de plantas medicinales.

Ha 22 años la UFC lleva adelante este proyectote extensión universitaria presente hoy en 40 municipios del Estado de Ceará y en otros seis estados brasileños: Río Grande del Norte, Paraíba, Piauí, Distrito Federal, San Pablo y Río de Janeiro.

La idea de Farmacia Viva fue revolucionaria al proponer algo tan simples como desafiador: unir el conocimiento popular con el científico. En una de sus últimas entrevistas Matos sostenía que: "es importante el trabajo para determinar la eficacia terapéutica de las plantas usadas por el pueblo. En el Nordeste son más de 600 especies y de estas solamente cerca de 100 tienen parcialmente comprobada su eficacia y seguridad de uso".

Actualmente, Brasil concentra por lo menos el 22 por ciento de las especies de plantas floríferas conocidas y catalogadas hoy en la naturaleza. De las 120 mil especies de plantas catalogadas en tierras brasileñas por la OMS, apenas 2 mil son utilizadas como medicinales y dentro de este número solo el 10 por ciento son estudiadas.

Las dos décadas de existencia de Farmacias Vivas demostraron que es posible controlar el 80 por ciento de los males de una comunidad con fitomedicamentos preparados con apenas 15 especies seleccionadas por los farmacéuticos de la universidad.

En diciembre de 2008 el gobierno brasileño dio un fuerte impulso aprobando un programa nacional para plantas medicinales y fitoterapéuticos. Jarabes, broncodilatadores, tes, antisépticos, antiinflamatorios, medicamentos para problemas de piel y otras indicaciones producidas a partir de vegetales pasan a recibir atención especial del Ministerio de Salud. Están involucrados otros seis ministerios como el de Agricultura, Medio Ambiente y Desarrollo Agrario.

Serán más de 70 especies de plantas que generarán medicamentos para los pacientes del Sistema Único de Salud (SUS), actual estructura de asistencia médica. Por ahora apenas dos especies son producidas de manera industrial.

"Todas tienen algún estudio científico que comprueba su eficacia. La lista tiene como objetivo aumentar la oferta de versiones industrializadas y, también, inducir la realización de estudios más exhaustivos en dicha área", explica José Miguel do Nasciemnto Jr., director del departamento de Asistencia Farmacéutica del Ministerio de Salud.

Agrega: "tenemos una riqueza enorme ha ser explorada. El programa tiene plazo de cuatro años, pero esperamos ver los resultados en los próximos dos".

Según la organización Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) entre 50 a 70 mil plantas medicinales son utilizadas en el mundo. Sin embargo, en la actualidad corren riesgo de extinción 15 mil especies.

De los 17 países considerados megadiversos del planeta, 5 de ellos se encuentran en América del Sur. Juntos Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela concentran el 25 por ciento de la biodiversidad del planeta.

Ya en el Distrito Federal brasileño, el Núcleo de Soporte a la Asistencia Farmacéutica en Terapias no Convencionales, también es pionero en la producción de plantas medicinales. Con diez variedades fueron producidas 18 mil unidades de medicamentos el año pasado. "Tenemos una demanda reprimida, pues en los últimos diez años aumentó el interés por parte de los médicos y también de los usuarios", explicó el coordinador Nilton Luz.

Conceição Caland, profesora y farmacéutica es la actual responsable por el proyecto de extensión Farmacia Viva, cuenta que la producción no es mejor por falta de recursos. “Nosotros hacemos lo que podemos para atender a los más necesitados", enfatizó.

Actualmente apenas ocho personas trabajan tiempo completo en el proyecto.

Por su parte, el Ministerio de la Salud brasileño también apuesta a que el programa ayude a desarrollar la agricultura familiar. La idea será generar ingresos para muchas personas a través del proceso, desde la plantación, producción y distribución. Si se cumplen los objetivos planteados, la producción deberá ser aumentada en siete veces en los próximos dos años.

América Latina viene avanzando en el aprovechamiento de sus enormes ventajas en biodiversidad. Además del caso brasileño, Bolivia (a través del Tratado de Comercio de los Pueblos, donde participa también Venezuela y Cuba), inició en diciembre último la construcción de la primera planta procesadora de hoja de coca.

La lucha del gobierno boliviano contra las prohibiciones y los prejuicios frente al milenario uso de hoja de coca tuvo en 2007 una gran victoria cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoció que la producción de coca boliviana no viola las normas internacionales de tráfico de drogas. (Ver: “¿La política de Evo incentiva la producción de drogas?” APM 07/11/2008)

Esta iniciativa rompe el monopolio de los grandes laboratorios dando medicamentos de bajo costo a la población más humildes del pueblo brasileño.

Estos casos vienen mostrando que la salud de los pueblos no puede quedarse en las manos de los laboratorios que ven en los medicamentos como otro negocio más. El deber del Estado en redireccionar la producción de medicamentos para las reales necesidades de la comunidad. Esa es la única salida para lograr conquistar un derecho ha tanto tiempo postergado.

quarta-feira, 7 de janeiro de 2009

Aún existe racismo en Brasil


Pasado más de 100 años del final de la esclavitud, muchos indicios hacen notar que los negros y los mulatos aún son discriminados. El Estado, los medios y el mercado laboral en la mira.

En Brasil la población negra aún siente los vestigios del racismo.
Foto: Archivo
Por Rodrigo Menitto | Desde San Pablo, Brasil
31|12|2008

En los años 40 y 50 del siglo pasado se constituyó la idea que en Brasil existía una “democracia racial”, un concepto que pretendía hacer creer en una coexistencia pacífica y harmoniosa entre razas con oportunidades iguales para todos.

Recién en los años 60 y 70 los movimientos negros comenzaron a luchar contra esta idea y a colocar en evidencia no sólo el racismo en Brasil, sino a revalorizar el ser negro. En 1971 fue instituido por la ONU (Organización de las Naciones Unidas) el Año Internacional para Acciones de Combate al Racismo y la Discriminación Racial, dentro de este marco con manifestaciones se propuso el 20 de noviembre como el Día Nacional de la Conciencia Negra.

La fecha es en homenaje a la muerte del mayor líder negro del país: Zumbi dos Palmares. Al norte del país, en el estado de Pernambuco, esclavos escapados de las haciendas conformaron y defendieron durante 100 años una tierra libre que llamaron Quilombo dos Palmares. Zumbi fue su máximo jefe militar y político que combatió a los portugueses entre 1672 y 1695.

En ese marco, el primer problema que enfrentan las personas que sufren el racismo es cuando ellas mismas deben auto definir su color de piel.

En 1995, en una encuesta realizada por la empresa Datafolha (perteneciente al diario paulista Folha de Sao Paulo) los entrevistados respondieron que se consideraban en un 50 por ciento blancos. Actualmente, realizada la misma pregunta, el 54 por ciento se considera negro o mulato. Hay principalmente dos factores que mudaron radicalmente dicho porcentaje.

La tasa de hijos de mujeres negras y mulatas siempre fue superior a la tasa de las mujeres blancas, pero principalmente las conquistas de los sectores negros hacen que se revindiquen con orgullo su color de piel.

Para el sociólogo José Luiz Perucelli, del IBGE (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística), contribuyó para el proceso de revaloración de identidad. "Lo que antes no entraba en los padrones de belleza o prestigio y era desvalorizado, hoy cambió” dice en referencia a las acciones que beneficiaron el ingreso de negros y mulatos a la universidad.

La historiadora de la USP (Universidad de San Pablo) Lilia Moritz Schwarcz no duda en afirmar que "todo brasileño se siente como una isla de democracia racial, rodeado de racistas por todos lados". Para el 91 por ciento de los entrevistados, los blancos tiene prejuicios contra los negros, sin embargo sólo un 3 por ciento (excluyendo a los negros y mulatos) admiten tal hecho.

Como aspecto positivo, desde 1995 bajó de un 22 para un 16 por ciento las personas que se sintieron discriminadas por su color de piel.

"Las cosas cambiaron, pero no mucho. Las personas reaccionan más a las frases prejuiciosas, como se estuvieran vacunadas. Es positivo ver que existe una mayoría consciente, pero es preocupante constatar que la ambivalencia se mantiene. Parece que los brasileños tiran cada vez más el prejuicio para el otro. `Ellos son, pero yo no`", afirma la historiadora.

En un mismo sentido la socióloga Fernanda Carvalho del IBASE (Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicas) confirma la tesis afirmando que "no dejamos de ser un país con fuerte racismo, pero evolucionamos. No se discutía tanto la cuestión del negro. Hoy, las personas están comprendiendo mejor el tema y tienen más consciencia de que el prejuicio es un valor negativo".

El acceso de la población a la educación ha cambiado bastante esta visión negativa. Era y sigue siendo común escuchar por las calles brasileñas que los negros son buenos únicamente para el futbol y la música. Pero sólo un 5 por ciento con estudios superiores creen en ello, para los que no concluyeron la primaria el porcentaje sube al 31 por ciento.

En estudios desarrollados por la ONU, el Índice de Desarrollo Humano, hace comparaciones sobre las diferencias de los ingresos de negros y blancos. En 1987 una mujer negra recibía, promedio, un 38 por ciento de un sueldo de un hombre blanco. Vente a años después el porcentaje llega a un 56 por ciento.

Pero cuando se compara entre hombres los avances fueron menos significativos. En 1987 un hombre negro ganaba 58 por ciento de lo que ganaba un hombre blanco. En 2007 el porcentaje pasó a un 62 por ciento.

Ahora, si los números los trasladamos para el 10 por ciento de la población más pobre, los negros y mulatos conforman el 68 por ciento del total.

El racismo brasileño está embebido de una fuerte asociación entre el color de la piel y una condición social esperada o deseada. Una correlación que actúa en los diversos momentos de la vida social, económica e institucional.

En sus 20 años como médico, Eudes Freire, vivió innumerables situaciones que refleja su condición profesional como excepción. Nunca falta el paciente que lo para por el pasillo del hospital llamándolo de enfermero para saber si el médico ya está atendiendo. Como una vez que un chico de siete años, acompañado por el padre, al verlo exclamó: “¡Pá, el médico es negro!”.

Freire es parte de una minoría de 9,7 por ciento de negros que ejerce la medicina. Y no es para menos, en la encuesta de Datafolha el 51 por ciento de los entrevistados dijeron no conocer ni siquiera un profesor negro.

Este fue el principal problema apuntado por los sectores negros en Brasil: las grandes dificultades en conseguir trabajo. El IBGE constató que dentro del 92 por ciento de las profesiones, los blancos ganan más que los profesionales negros. En 2007, un abogado que se declaró blanco ganó en promedio mensual de 2.911 reales; un mulato 2.304; un negro 2.243.

En lo que se respecta al desempleo, en 2006, hombres blancos tienen una tasa de 5,6 por ciento, mientras que en los negros es de un 7,1 por ciento. Para las mujeres la diferencia aumenta en el sector del trabajo informal (no registrado) donde las blancas tuvieron 47,4 por ciento, las trabajadoras negras tuvieron un 62,7 por ciento.

Otros datos de IBGE muestran que la renta promedio de los trabajadores blancos es de 977 reales, casi el doble de los negros y mulatos que llega a 506 reales. Estos números no son necesariamente resultado de una discriminación racial y si de las posibilidades de instrucción de este sector.

En el mundo empresarial es algo todavía más notorio, donde las dificultades enfrentadas por los negros y mulatos son notorias. Carlos Eduardo Santos, 53 años, es dueño de una universidad en el estado sureño de Paraná. Su visión explica como se transformó el racismo brasileño que "no está disminuyendo, sólo está disimulado; y el racismo disimulado es el peor”.

Por otro lado, el ingeniero Nelson Narciso Filho, 53 años, director de la ANP (Agencia Nacional de Petróleo) cuenta: "nunca encontré un negro en un puesto de director en las empresas en la que trabajé (...) Acá la cosa es peor que en los Estados Unidos".

"En Brasil, no existe un negro en la presidencia de una empresa como la Amercian Express ni un vice-presidente en la IBM. En el mundo corporativo, Brasil es el más racista que el propio Estados Unidos", explica José Vicente, 48 años, rector de la Unipalmares (Universidad Palmares).

Brasil, como muchos países de América Latina, produce un gran número de telenovelas, donde negros y mulatos asumen personajes muchas veces negativos. En este aspecto las opiniones se dividen en partes muy iguales.

Mientras que el 31 por ciento dicen que los negros aparecen como realmente viven, el 27 por ciento creen que son retratados de forma más positiva de lo que realmente viven y el restante 33 por ciento de forma negativa.

Bajo este aspecto, los cambios en la política estatal comenzaron a darse tímidamente en los años 90 con el gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Así lo afirma el sociólogo Carlos Hasenbalg, profesor jubilado del IUPERJ (Instituto Universitario de Pesquisas del Río de Janeiro):

"Un punto de ruptura fue 1995, cuando por primera vez se admite, desde la Presidencia de la República, la existencia de racismo en Brasil. Y se comienza la implementación de una serie de programas para promover la igualdad racial".

Durante el gobierno de Cardoso se sancionó la ley que reconoció a Zumbi dos Palmares como héroe nacional (no en la práctica como feriado nacional como a los demás héroes brasileños), y se crearon grupos ministeriales para desarrollar políticas a favor de los negros y mulatos.

Por su lado, el actual presidente Luiz Inácio Lula da Silva, en visita oficial a la isla Gorée, en Senegal, pidió perdón por el tráfico de esclavos, creó la Secretaria Especial de Promoción de la Igualdad Racial, e indicó a Joaquim Barbosa como juez la Suprema Corte Federal (primer negro en asumir dicho cargo).

Además, durante su gestión se sancionó la ley que incluye en los planes de estudio de las escuelas de forma obligatoria la materia Historia y Cultura Afrobrasileña.

La representación política en las Cámaras también es un reflejo de lo mucho que falta por hacerse respecto al tema. De los 513 diputados electos en 2006, apenas 46 son de origen negro o mulato y de los 81 senadores sólo 4 se autodefinen como negro o mulato. Lo mismo ocurre en el poder judiciario donde de los 68 jueces de la suprema magistratura apenas dos son negros.

Por otro lado, cabe recordar que desde 1888 con la proclamación de la Ley Áurea que puso fin formalmente a la esclavitud. Sin embargo, recién en los últimos 20 años se llevaron a cabo -tímidamente- acciones concretas para revertir las desigualdades raciales en Brasil.

Pese a esto, lo que antes era negado a los esclavos porque no eran considerados seres humanos, de alguna manera, en la actualidad se les es negado la condición de ciudadanos. Si antes eran las pesadas cadenas, hoy son obligados a aceptar una pobreza extrema que les restringe la educación, la salud y el trabajo digno.