quarta-feira, 1 de outubro de 2008

La Bossa Nova y el Orfeo negro

La historia del musical que unió a Tom Jobim y Vinicius de Moraes que luego compondrían la canción Chega de Saudades que dio origen a la bossa nova que conmemora sus 50 años.

Rodrigo Menitto
Desde San Pablo, Brasil

-¿Hay platita en eso?
-¿Cómo me vas hablar de plata? Tom, este es el poeta Vinicius de Moraes.
El indignado era el periodista Lúcio Rangel y el insolente Antônio Carlos Jobim. Eran principios de 1956 y los tres estaban sentados en una apretada mesa del bar Casa Villario en Río de Janeiro. Allí nació el dúo de compositores que cambió para siempre la historia de la música brasileña.
Vinicius de Moraes había regresado a la entonces capital brasileña después de tres años de ausencia por ocupar el cargo de vicecónsul en París. Traía consigo la adaptación del mito griego de Orfeo para un musical con actores negros ambientado en las favelas cariocas al compás del samba. Sin embargo le faltaba alguien para componer la música a la cual él pondría la letra.
Los futuros compositores de “Garota de Ipanema” ya se habían conocido en 1953, cuando el poeta se adentró en el Club da Chave y le llamó la atención el piano tocado por Tom Jobim. Al terminar la maratón musical, los dos se fueron a comer un revuelto de jamón en el bar Pescadores y charlaron hasta el amanecer. El segundo encuentro fue en un corto viaje de Vinicius, cuando todavía vivía en Francia, en la casa nocturna Todo Azul para ver nuevamente a Tom. Salieron juntos después para el bar Far-West con un amigo de Jobim, João Gilberto el creador del ritmo y la forma de cantar de la bossa nova. "Yo hablaba y los dos escuchaban. Todo lo que decía parecía profundo" recordaba Vinicius en una entrevista en mayo de 1978.

Sobrevivir en la madrugada


Para el joven Tom Jobim, con entonces 29 años, la propuesta del poeta era más que tentadora. Pero la vida no le era fácil, casado y con un hijo de seis años, sumado a un incansable “enemigo declarado” que le pisaba los talones todos los meses, el alquiler. La epopeya de llegar a fin de mes lo obligaba a trabajar por la madrugada como pianista en todos los boliches y casas nocturnas de la Zona Sur de la ciudad carioca. Aquellas noches frente al piano no era el destino soñado por un hombre que se había sacrificado horas y horas estudiando Villa-Lobos, Debussy, Ravel, Chopin, Bach, Beethoven y Custódio Mesquita. Se le hacía cada vez más difícil tragar el bife con huevos en el Far-West, donde veía el amanecer todos los días después del trabajo. Sin embargo, para aquella época Tom ya había conseguido dos logros en su carrera como compositor. Uno fue la grabación de la canción “Teresa da praia” de su autoría junto a Billy Blanco por las dos grandes voces de la década del 50, Dick Farney y Lucio Alves. Por otro lado, la grabación de su disco “Sinfonia do Rio de Janeiro” con la participación de grandes músicos y cantantes ganó el reconocimiento de sus colegas y especialmente de Vinicius, a pesar del rotundo fracaso comercial.

La diplomática poesía


Recibido de abogado Vinicius de Moraes trabajó algunos años en el Ministerio de Educación de Río antes de empezar la carrera de diplomático en 1943. Con tres libros publicados marcó un estilo de versos simples y cargados de intensidad con los cuales conquistó la admiración del gran público e intelectuales.
El trabajo en el exterior le permitió a Vinicius hacerse amigo de poetas como el chileno Pablo Neruda y el cubano Nicolás Guillen. Considerado por sus colegas de versos el único en “vivir como un poeta”, por el ímpetu con el cual se entregó a las mujeres que amó y a una vida donde los días terminaban al amanecer.
En los tiempos previos a la bossa nova, el bajo sueldo del Itamaraty (Ministerio de Relaciones Exteriores brasileño) para quienes no estaban en el exterior lo llevó escribir en el diario carioca Última Hora donde hizo un poco de todo, desde crónicas diarias, crítica de cine y hasta responder el correo sentimental con consejos amorosos firmando con el seudónimo de Helenice.

Brasil era una fiesta


Los finales de la década del 50 mostraba un Brasil pujante con el desarrollista Juselino Kubichek en la presidencia y su consigna de “50 años en 5”. Los brasileños vieron a la producción industrial pegar un salto de 80 por ciento por a la fuerte entrada de capitales extranjeros y multinacionales. Y por si fuera poco, Pelé, Garrincha y compañía volvieron de Suecia con la copa del mundial de futbol en 1958.
Río de Janeiro, antes de dejar de ser capital en 1960, era el polo cultural por excelencia al concentrar las principales exposiciones de arte, editoras, grabadoras, diarios, canales de televisión y radios del país. Era el destino buscado por todos aquellos que aspiraban a vivir del arte. El lugar de encuentro de estos bohemios y soñadores era el bar Casa Villario en el centro de la ciudad carioca, del cual la historia más repetidas era que de sus mesas se podía salir con un musical completo, incluyendo libreto, canciones, escenario, carteles y hasta la crítica (a favor y en contra). Por eso, no es de extrañarse que haya sido en el Villario que Tom Jobim y Vinicius de Moraes dieron inicio a una fructífera producción musical.
Un bar que tenía las paredes decoradas con dibujos hechos con pinceles, tiza o lápiz labial, por artistas de la talla de Pancetti, Carlos Leão y Agusto Bandeira. Sus habitués eran poetas, artistas, periodistas, compositores como Ary Barroso, Haroldo Barbosa, Fernando Lobo, Paulo Soledade y Dorival Caymmi (fallecido recientemente) y las cantantes Dolores Duran y Aracy de Almeida. Junto a ellos una vieja guarda de lujo, el poeta Carlos Drummond de Andrade y el maestro Villa-Lobos, hombres sexagenarios en ese entonces.

El Negro Orfeo


Otro hombre que jugó un papel importante en el montaje de la obra fue el entonces cuñado de Vinicius, Rolando Bôscoli. Sus opiniones eran muy respetadas por el poeta que también le encargó introducir el lunfardo de las calles cariocas para darle más realismo a los diálogos de los personajes.
Las partituras tomaron forma en la casa de Tom en el barrio de Ipanema, acompañado de los estridentes llantos de Paulinho, hijo del pianista con su primera esposa. Cuando Tom se aflojó y Vinicius se sirvió el primer vaso de whisky los temas comenzaron a fluir y el resultado agradó a ambos. Quedó así aprobado tomar durante el trabajo y el poeta no se cansó hasta convencer a su nuevo colega en dejar la cebada por whisky, porque la "cerveza es una pérdida de tiempo”.
Orfeo da Conceição se estrenó un lunes 25 de septiembre de 1956 en el Teatro Municipal de Río. Contó con un moderno escenario diseñado por el arquitecto Oscar Niemeyer, el mismo que planificó Brasilia (capital brasileña inaugurada en 1960). La guitarra que toma el lugar que tenía el arpa en el mito original fue tocada por el gran instrumentista Luis Bonfá por decisión de Tom.
Los protagonistas del elenco negro fueron Haroldo Costa (Orfeo), Léa Garcia (Mira) y Dirce Paiva (Eurídice). Fue una de las primeras veces que se vio a los negros arriba de un escenario como actores y no como empleados de limpieza.
Con una semana a sala llena se tuvieron que mudar a otro teatro, porque Vinicius al no ser muy ducho como empresario, apenas reservó el teatro por siete días. La repercusión dio buenas perspectivas y se decidió llevar Orfeu para San Pablo, pero el escenario de Niemeyer se desvaneció en el aire en algún punto entre Rio y la ciudad paulista sin nunca aparecer.
De todas las canciones “Se todos fossem iguais a você” tuvo un enorme éxito que dio la oportunidad de grabar un disco con la regencia de Tom, los versos recitados por Vinicius y el sambista Roberto Paiva cantando las canciones de la obra. Una auténtica rareza disputada por coleccionistas.
El editor musical, Enrique Lebendiger, convenció a Vinicius y a Tom de editar las canciones de la obra por la poderosa Editora Fermata con sus filiales en Buenos Aires, Nueva York, Zurique, Tokio y Sidney. Les prometió "protección total" para las futuras ejecuciones y regrabación del repertório dentro y fuera de Brasil. Fue tamaña protección que era casi imposible que ellos recibieran algo por derecho de autor.
Con la dirección del frances Marcel Camus, en 1959, se filma la versión cinematográfica con el nombre de Black Orfeu. El productor de la película, Sacha Gordine, les pide nuevas canciones a Tom y Vinicius. Al dúo le extrañó la exigencia de hacer todo el trabajo nuevamente, pero se supsieron otra vez a componer y así nacieron los clásicos “A felicidade”, “Manhã de Carnaval” y “Samba do Orfeu” de Luis Bonfá y Antônio Maria. La producción cosecha los premios Palma de Oro en Cannes y el Oscar a mejor película extrajera. El extraño pedido de Gordine se explica cuando se ven otra vez estafados. Del total recaudado cada uno recibe apenas el 10 por ciento del que, además, se les descuentan los impuestos en Francia.

Chega de Saudades


Después de una temporada fuera de Río de Janeiro, João Gilberto buscó a Tom Jobim, entonces arreglador de la grabadora Odeon, para mostrarle dos músicas de su autoría, “Bim-bom” y “Hô-ba-la-lá” a finales de 1957. El ritmo que Tom escuchó en la guitarra lo desconcertó por la amplitud que permitía introducir las modernas armonías en las cuales venía trabajando. Buscó en el cajón algo que ya estuviese listo para probar la novedad, encontró la canción “Chega de Saudades” que le faltaba la letra. Vinicius tenía las valijas lista para asumir su puesto diplomático en París cuando llegó Tom con el tema, entonces postergó por unos días el viaje. Considerada por el poeta una de las letras que más trabajo le dio por la compleja estructura musical, fue grabada en 1958 por João Gilberto con la producción del mismo Jobim. Hasta entonces los samba-canciones, los boleros y los tangos dominaban las radios con letras dramáticas interpretados únicamente por cantantes de gran potencia vocal. "Chega de Saudades" rompió las estructuras a partir de una letra con lirismo coloquial y alegre, una armonía de acordes modulantes y una interpretación en voz baja y uniforme que se adelanta o se atrasa a la base rítmica. Músicos como Caetano Veloso, Gilberto Gil, María Bethânia, Chico Buarque coinciden que está canción transformó sus formas de escuchar y hacer música.

El último encuentro


En 1962 el empresario Flávio Ramos organiza en su casa nocturna, Au Bon Goumert, la más prestigiosa en Río de Janeiro, el espectáculo “O Encontro”. Un recital que reunió por única vez a Vinicius, Tom, João Gilberto y Os Cariocas (reconocido grupo vocal). Durante 45 días se pudo ver por primera vez a Vinicius cantando con un vaso de whisky que dejó enfurecidos a sus jefes del Itamaraty que le prohibieron que cobrara por las presentaciones, porque no correspondía al “protocolo”. En ese extraordinario encuentro se dieron a conocer los mayores clásicos de la bossa nova como “Samba do Avião” de Tom, “Samba da Benção” y “Astronauta” de Vinicius y Baden Powell, y la mundialmente famosa “Garota de Ipanema” de Tom y Vinicius. Con esta canción, que llevó la música brasileña a todo el planeta, se finalizó la producción de uno de los mayores dúos de compositores de todos los tiempos.
Por caminos separados siguieron componiendo intensamente hasta que la muerte los encontró, a Vinicius a mediados de 1980 y a Tom Jobim a finales de 1994. El legado de ambos transcendió las fronteras del país tropical cuando el cantor norteamericano Frank Sinatra y los jazzistas Miles Davis, Sara Vaughan, Gerry Mulligan, Stan Getz incorporaron a la bossa nova a sus repertorios, y le dieron así el merecido reconocimiento internacional.


Fragmentos de Orfeo da Conceição


Eurídice: Lágrimas de mi inmenso amor, lágrimas
Tan puras... sobre tu piel oscura
Recuerdan estrellas de la noche... déjame ver
Quiero beber una a una las lágrimas
Embriagarme de estrellas...

Eurídice: ¿Muerte? Morir... ¿Y si me muero?
¿Vos lo sentirás mucho? ¿O quedarías, quién sabe, hasta aliviado?
Orfeo: ¡Cállate la boca, querida! Si yo te perdiera yo iría a buscarte así fuese en el Infierno, tanto te quiero!

Coro final: Se juntaron la Mujer, la Muerte, la Luna
Para matar a Orfeo, con tanta suerte
Que mataron a Orfeo, el alma de la calle
Orfeo, el generoso, Orfeo, el fuerte
Pero las tres no saben de una cosa:
Para matar Orfeo no basta la Muerte.
Todo muere, lo que nace y lo que vivió,
Sólo no muere en el mundo la voz de Orfeo.

La voz y el ritmo


Nacido en una pequeña ciudad del interior Bahía, Juazeiro, João Gilberto fue a Río para intentar suerte en el grupo vocal los Garotos da Lua en 1950. Al poco tiempo se desvincula de aquellos, pero con una personalidad que seducía siempre algún benefactor pasó 5 años sin trabajo fijo viviendo la bohemia carioca. Sin ninguna perspectiva abandona la ciudad para pasar una temporada en la casa de su hermana Dadainha. Sería allí, enclaustrado por infinitas horas en el baño (por la acústica) y con una obsesión extrema, que João Gilberto concebió esa forma intimista de cantar y de tocar la guitarra que sintetizó el samba tradicional que se conoce como bossa nova.

El mito


Hijo del dios griego Apolo y Calíope, Orfeo tenía el don de tocar las más magníficas melodías en su arpa.
Su gran amor, Eurídice, al huir del pastor Aristeo fue mordida por una serpiente y muere. Por la angustia de la pérdida, Orfeo decidió bajar al mundo de los muertos de Catábasis para buscar a su amada. Los guardianes Hades y Perséfone se conmovieron con la música de Orfeo y le permitieron regresar con Eurídice, pero con la condición que durante el camino hacia la superficie no la mirara. Casi al final del camino, Orfeo sin poder contener su ansiedad se voltea y pierde para siempre a Eurídice.
Las musas del dios Baco ofendidas por la debilidad de Orfeo lo atacaron y lo descuartizaron.

Fuente:
Chega de Saudades, Ruy Castro, Companhia das Letras, 1990.

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